Bio

El vuelo del ruiseñor

Sus composiciones de bambucos, boleros, pasillos, baladas, cumbias y valses fueron famosas en el mundo entero, y los mejores intérpretes de su época se diputaron el honor de cantarlas. Este año su fructífero trabajo musical fue reconocido por la Fundación Premio Aplauso, un merecido homenaje que se había demorado en llegar.

AIvaro Dalmar recibió el pasado 31 de octubre el Premio Aplauso, que año tras año se otorga en vida a un artista del país, cuya vida y obra hayan sido fructíferas y excelsas en su campo. El talento casi sin límites de este músico y compositor se encuentra en los cientos de bambucos, guabinas, boleros, cumbias, sinfonías, rancheras, vallenatos, valses y ritmos italianos, andinos y rusos, además de sus composiciones para guitarra, orquesta sinfónica, cuartetos y quintetos de cuerdas y música religiosa, que fueron famosos en el mundo entero, cantados por los intérpretes más destacados de su época.

UN TALENTO NATO
Este compositor nació en Bogotá un día de 1925, en el hogar de José Zambrano y Tránsito Bermúdez. Muy pronto su sensibilidad por la música se fue manifestando y un día, cuando apenas tenía 12 años, sustrajo del viejo armario de su padre la bandola que él guardaba celosamente. Al enterarse de la osadía, el progenitor intentó castigarlo, pero su madre -intuyendo el futuro de su hijo- lo impidió, permitiéndole, en cambio, desarrollar su afición.

No pasó mucho tiempo para que Alvaro se convirtiera en el me jor bandolista de la capital y con formara el cuarteto Los Cuatro Diablos, con sus amigos Jorge Beltrán y Pablo y Rafael Niño. Sus voces y su música impactaron al dueño de La Voz de la Víctor, quien después de conocerlos los contrató para que cantaran todos los jueves de 8 a 9 de la noche, en un programa que se convirtió en la sensación de la emisora. Fue allí donde Alvaro demostró sus dotes innatas para componer y arreglar música de memoria.

A los 15 años ya era reconocido como un músico prometedor, pero como él era ambicioso, le pidió a Adolfo Mejía -compositor cartagenero- que le enseñara a tocar guitarra. Mejía, que entonces era bibliotecario de la Orquesta Sinfónica, accedió, y pronto descubrió el increíble talento del alumno y la rapidez con que aprendía. Así, en poco tiempo Alvaro comenzó a acompañar a su maestro en los programas de radio en que trabajaban las hermanas Berenice y Cecilia Chávez.

Sediento de conocimiento y progreso, decidió, en 1941 -cuando apenas tenía 17 años-, marcharse a Nueva York con su guitarra. Por fin, en 1943, pudo ingresar a la prestigiosa academia de música Julliard School of Music, donde estudió con dedicación hasta obtener el doctorado. Durante ese tiempo en tierra extraña, publicó más de cien obras clásicas para guitarra y presentó un recital en el Town Hall de Nueva York, el 19 de abril de 1949.

A pesar de su cantidad de composiciones clásicas, su primer éxito discográfico se lo debió al bolero Pensándolo bien, que grabó en 1956 con su Trío Dalmar, conformado por Alvaro, el cubano Eduardo Durán y el monteriano Alejandro Giraldo. Luego, en Puerto Rico, tuvo éxito con sus canciones Orgullosa y Reina del mar. Estando en Estados Unidos lo llamaron a prestar servicio en el fuerte Dix de Carolina del Sur y, él, que amaba tanto su música, supo ganarse a los superiores y terminó convertido en concertista de los generales. Cuando salió, actuó y tocó guitarra en el Hour Glass y en el Teatro Capitol, de donde se fue contratado por la Columbia Pictures para componer la música de tres películas: Smoke on arrow hill, Jack and Jill y The wonders of Manhattan. Luego enseñó guitarra a estrellas como James Manson, Anthony Quinn, Jack Lord y Eddy Albert.

EL MEJOR CON LOS MEJORES
Entonces su carrera empezó a tomar fuerza internacional y comenzó a viajar por el mundo mientras componía incesantemente para los mejores cantantes de la época: Virginia . López, Pedro Infante, Alfredo Sadel, Nelson Pinedo, la Sonora Matancera, Edith Piaff, Javier Solís y Alfredo Kraus. Pero fue Carlos julio Ramírez, la gran figura del momento, quien grabó su primer éxito mundial: la canción Bésame Morenita. Después vinieron composiciones afamadas como La carta, Compadre no me hable de ella, Amor se escribe con llanto, Lágrimas, Al caer de la tarde y muchas otras que hizo famosas Carlos julio Ramírez con su excelsa voz. Y lo curioso es que todas ellas fueron compuestas en el ambiente norteamericano, lejos del aroma del café y de la orquídea y del abrazo de su ruana.

Después de 20 años de ausencia decidió regresar a la patria, pero desconsolado por el ambiente mustio de la música, al día siguiente decidió marcharse para España, país donde permaneció durante tres años antes regresar a Colombia. Así, radicado en su tierra natal, volvió a componer, a cantar y a formar tertulias con sus amigos hasta integrar el Quinteto Dalmar, considerado como el de las mejores voces líricas del país.

Tomado de la Revista TV y Novelas No. 23, 9 de noviembre de 1992

Discografía