Somos dueños de una historia
que no se ha hecho sola,
que es el fruto de alguien que luchó.
Esta historia pide manos
que poniendo en el arado
construyan la paz.
Compartir nuestra fe, nuestra riqueza,
aumentar nuestras ganas de vivir;
continuar lo que Juan ha comenzado
que María la maestra será.
Una vida se hace vida
si la entregas sin medida
a los chicos que contigo están;
con escucha y con paciencia
caminando en la presencia
de nuestro Señor.
En el juego, en el patio,
en el grupo, en el canto,
lugar donde buscar al Señor;
la vida entera se hace encuentro
con aquellos que Él ha puesto
en nuestra misión.
Ha llegado el momento
de aceptar el desafío,
hacer real lo que un día Juan soñó;
juntar los brazos, juntar las voces:
hacer que todo, todo joven
conozca el amor.
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