La recuerdo a mi madre algunas tardes
cuando cedo a la costumbre de la siesta
de chico era penado no dormirlas,
con terribles temporadas sin veredas.
La recuerdo a mi madre soberana,
sobre un inquieto trompo de polleras,
sonriente como bota que han lustrado,
victoriosa como trigo que verdea.
Se entendía con los gallos y la luna,
si quería que le dieran hora buena,
y para ella el día ya era viejo,
cunado el sol asomaba a sus tareas.
Era un garito oscuro la cocina,
y allí ganaba ella sus apuestas,
en un truco con naipes de lechuga,
o un billar culinario con ciruelas,
A los patios enormes de la infancia,
iba mi madre y allí dejaba huellas,
cada año hasta hoy las ha seguido,
el malvón para encontrar la primavera.
Ella hizo de la vida y sus suburbios,
una cuestión de amor y de pureza,
señalada por el índice del sol,
anda mi madre para que yo la vea.
Señalada por el índice del sol,
anda mi madre para que yo la vea.
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