Elegiste, Señor, para quedarte,
frutos simples surgidos de la tierra:
pan y vino sembrados por el hombre
y que pueden estar en cualquier mesa.
¡Que sepamos, Señor, ser tu pan bueno,
nacido de la espiga verdadera!
Hoy trayendo espigas y racimos,
nos llegamos, Señor, hasta tu mesa,
para unir a la ofrenda de tu Hijo
el gozo y el dolor de la cosecha.
¡Que sepamos, Señor, ser vino bueno,
y apagar en el mundo la tristeza!
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