Padre, tu palabra es
mi delicia y mí solaz,
día siempre aquí mis pies
y a mi pecho trae la paz.
En tu santa ley, Señor,
faro eterno, celestial que,
que en perenne resplandor
norte y día es al mortal.
Cuando obedecía tu vo
zen su creación fuerza halle,
y con firme pie, y veloz,
por tu senda camine.
Tu verdad es mi sostén de
contra duda y tentación
y destila calma y bien
cuando asalta la aflicción.
Son tu sitio para mí
prendas fieles de salud.
Da mí, pues, que te oiga a ti
con filial solicitud.
Es mi ciencia, mí saber,
tu divina voluntad;
y por siempre lo ha de ser
en la grande eternidad.
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