Tú eres el Verbo eternal,
De todo el Creador,
Gloria del Padre celestial,
Don de inefable amor;
De su potencia y su virtud
Habita en Ti la plenitud;
¡Salve! oh divino Redentor.
De tu mansión de eternidad,
Morada angelical,
Do siempre brilla santidad
Y no entra nunca el mal,
¡Qué mansedumbre y caridad!
Viniste al mundo en humildad,
Tomando forma de mortal.
Luz en la tierra esclareció,
De gloria el resplandor;
A su Hijo amado Dios envió
Del cielo embajador;
Nos revelaste Tú, ¡oh Señor!
Del Padre amante el corazón,
Lleno de gracia y compasión.
Para alcanzarnos la salud,
¡Cuánto sufriste aquí!
Y te humillaste hasta la cruz,
Dando tu vida así;
Aun ocultó el sol su luz
Cuando moriste, ¡oh Jesús!
Tanta fue tu agonía allí.
Mas ya tu Dios te levantó,
Príncipe y Salvador,
Y al sumo trono Te ensalzó
Con gloria y con honor;
Subiste a lo alto, ¡oh Vencedor!
Y el cielo entero con fervor
Honra suprema Te rindió.
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