Qué musa maravillosa
habrá bajado a besarte
y qué delicia tortuosa
habrá sentido al dejarte.
Tú te diste a musicarla
con violines de ambrosía
y a la hora de guardarla
viste tus manos vacías.
Pobre insensato pintor,
paleta en mano tinta de amanecer,
rompiendo sombras, inventando el color
que sólo tú podías, sólo tú creías ver.
Así voló tu memoria
aún más allá que tus años.
Siempre es noticia una historia
de besos y desengaños.
Desde que hallaste la musa
que te llevó a la locura,
canta tu línea inconclusa
la misma recta sin cura.
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