LANZAMIENTOS
17 de abril de 2025
La voz de la herida: Agus Bernasconi se reinventa desde el dolor en su primer tema como solista

El exintegrante de MYA marca un punto de inflexión en su carrera con un debut personal, maduro y melódicamente inesperado. Una canción que no busca sonar fuerte sino resonar hondo. Entre dudas, pérdidas y un reggae introspectivo, abre una etapa distinta, y quizás más honesta, de su camino artístico.
El fin de una etapa, el comienzo de otra
Cuando se apagan los focos del éxito compartido, cuando el nombre propio ya no está en plural ni sostenido por otro, queda el silencio. Ese espacio incierto es el que elige habitar Agus Bernasconi con este nuevo paso. Quienes lo siguieron en su etapa con MYA sabrán reconocer los matices de su voz, la calidez con la que se acomodaba a las baladas, el carisma de su presencia en dúo. Pero ahora, todo eso se corre. Porque este lanzamiento es otra cosa.
Es una exposición emocional que no pretende agradar a todos. No hay coreografías, ni beats diseñados para el algoritmo, ni fórmulas que garanticen el número. Hay una guitarra, un ritmo pausado, una melodía cargada de aire, y una letra que no señala a nadie más que a él mismo. Es, en definitiva, una pregunta. Y no es casual que el inicio de su etapa solista no tenga certezas, sino un interrogante.
Ese “¿qué hice mal?” que enuncia no espera respuesta. Porque no es reclamo: es confesión. Y ese gesto, en un mercado saturado de máscaras y ficciones románticas, es valiente.
El sonido de lo no resuelto
Musicalmente, el tema sorprende por su decisión estética. En lugar de optar por el pop latino más efectivo, Agus se sumerge en un reggae de baja intensidad. No en su versión playera, sino en la más introspectiva. Esa que se respira, que se arrastra, que deja huecos entre compases para que entren los pensamientos. La elección no parece arbitraria. Hay algo en ese ritmo pausado que habilita la pregunta, que acompaña sin apurar, que permite que la voz se ubique como protagonista sin necesidad de elevarse.
Los arreglos son mínimos pero cuidados. Hay una guitarra cálida, una base rítmica constante, un colchón armónico que sostiene pero no protagoniza. Todo parece pensado para no tapar. Para no distraer. Y eso se agradece.
Su interpretación vocal también tiene algo nuevo. No se trata solo del timbre, sino del modo. Hay una entrega distinta. Menos performática, más vulnerable. En algunos pasajes, se lo siente casi hablando, como si no cantara para un estadio sino para alguien en particular. Alguien que ya no está. O peor: alguien que no quiso escuchar.
Narrar desde la ruptura
Lo más notable de esta primera entrega es la forma en que construye una narrativa emocional sin caer en la trampa de la autocompasión. No hay grandes frases, ni metáforas altisonantes. Hay una escritura directa, llana, que va al hueso sin miedo. Es una conversación interna que se vuelve canción. Una especie de monólogo melódico que se pregunta, que revisa, que se quiebra sin dramatismo.
El dolor está presente, pero no dramatizado. Es un dolor cotidiano, reconocible, íntimo. No por eso menos potente. Porque lo que propone es la exposición de la falla. No como espectáculo, sino como búsqueda. Y eso lo vuelve poderoso.
Quien escuche esperando una gran producción, un coro épico o una explosión final, no lo va a encontrar. Porque la canción no escala. No estalla. Se mantiene. Se sostiene. Y al hacerlo, obliga a quien escucha a quedarse. A estar ahí. A habitar la misma duda.
Una identidad por construir
Este debut solista no es un corte de presentación clásico. No busca mostrarse versátil, ni exhibir credenciales. No se esfuerza en demostrar nada. Y en eso, radica su potencia. Es una apuesta por la honestidad antes que por el impacto. Por el contenido antes que por la forma. Por el silencio entre versos más que por la pegada del estribillo.
Lo que viene después es un misterio. Porque si bien este primer tema marca un tono, no define un estilo cerrado. Y eso es lo interesante. Bernasconi no se limita. Se presenta. Se expone. Pero no se encierra. Al contrario: abre un campo. Y deja ver que tiene mucho por decir.
Lo que empieza acá no es solo una etapa musical nueva. Es una narrativa distinta. Una forma de cantar que no parte del género sino del gesto. Que no arranca desde la música comercial sino desde una herida.
Una declaración más allá de lo musical
Más allá de la canción, lo que aparece es una decisión. La de dejar un proyecto exitoso y apostar a una voz propia. La de correrse de la zona cómoda y apostar por un lenguaje más íntimo, menos ruidoso, pero más profundo. Y eso, en tiempos de inmediatez, tiene peso.
Hay algo que late en este lanzamiento: la necesidad de volver al principio. De preguntarse. De equivocarse. Y de usar esas preguntas como punto de partida para hacer arte. Lo que queda después de escucharlo no es una melodía pegadiza. Es una sensación. La de haber acompañado a alguien en un momento de sinceridad. Y en ese gesto compartido, hay verdad.
Acordes para tocarla:
👉 Qué hice mal – Agus Bernasconi
Por Jorgelina Díaz.
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