El 21 de septiembre de 1980, Bob Marley, el icónico rey del reggae, colapsó mientras corría en Central Park, Nueva York, una tragedia que marcó el principio del final de su legendaria carrera. Marley, quien había sido diagnosticado con melanoma en 1977, había ignorado las recomendaciones médicas de amputar su dedo afectado, lo que permitió que el cáncer se extendiera a sus pulmones, cerebro y otros órganos vitales.

A pesar del pronóstico devastador que recibió tras su colapso en Central Park, Marley, impulsado por su inquebrantable espíritu y su amor por la música, decidió continuar con su gira. Solo dos días después, el 23 de septiembre de 1980, subió al escenario en el Stanley Theatre de Pittsburgh, donde daría su último concierto. El show fue un reflejo del extraordinario compromiso de Marley con sus fanáticos. A pesar de estar gravemente enfermo, entregó una presentación llena de energía y pasión, dando a sus seguidores una actuación inolvidable que incluyó clásicos como Redemption Song, No Woman, No Cry y Get Up, Stand Up.

Este concierto, que terminó con tres encores, es recordado como un acto heroico de Marley, quien no mostró signos de debilidad frente al público, aunque su equipo sabía lo grave que era su estado. Después de ese espectáculo, su condición empeoró rápidamente, lo que llevó a la cancelación de su gira y al intento de tratamiento en Alemania, aunque lamentablemente sin éxito.

Bob Marley falleció el 11 de mayo de 1981, dejando un legado imborrable en la música y en la cultura mundial. Su último concierto en Pittsburgh es visto hoy como un momento épico de resistencia ante la adversidad y una despedida poderosa de uno de los artistas más influyentes del siglo XX.

La historia de Marley no solo es una crónica de su lucha personal contra el cáncer, sino también un testimonio de su inagotable deseo de compartir su música y mensaje con el mundo, incluso en sus momentos más oscuros.