El río no se ve
desde la ciudad,
pero sabemos que está ahí,
para nosotros, igual.
Lo mejor
es ver los barcos brillantes
y el agua de la
sudestada amenazante.
No todo está tan mal,
sabés,
la luz entra en los ojos
de formas diferentes cuando llorás,
tonos geniales
de celeste y de verde,
tonos hermosos
de amarillos y pasteles.
Corto un ramo de jazmín chino y me pierdo,
en el aroma exuberante de enero.
Como peras de febrero con la mano,
quiero morir cuando termine este verano.
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