Barrios interminables, la ciudad no tiene fin y se hace suburbio, campo y pueblo. La sangre de la arteria de Beiró ralenta y cambia de color y duerme la siesta. Galerías desiertas, bares de almohada y un árbol de campo en el cruce con el tren. Barrios interminables, la ciudad no tiene fin y se hace suburbio, campo y pueblo. La orilla es el río, la frontera es el centro.
Extraño la Gran Aldea, la pequeña ciudad la desplazó.
Pero caminando por Beiró, hacia el Oeste Cercano, la esencia del mapa adivino. El colectivo y sus ruidos van para el centro del espacio y dejan el escenario del barrio vacío: las calles más solas, la traza más floja, el damero sin fichas para ir a jugar; cielo clásico, nubes de campo, luz de ruta y una tierra rebelde que continuamente socava el asfalto.
La sangre de la arteria de Beiró ralenta. La orilla es el río, la frontera es el centro
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