No guardes esa flores de blancas mariposas
Ni mires esas frases que en ellas escribí,
No invoques el recuerdo de cosas tan hermosas
Cuando ya tu cariño comprendo que perdí.
Si llegas por las tardes al viejo caserío,
No mires, te lo ruego, las matas de esa flor.
Ya nunca más te acerques a orillas del aquel rio,
Donde felices fuimos, jurándonos amor.
Aléjate la brisa que sopla en la ribera,
Llevarse entre sus alas pudiera desde aquí
Los átomos del alma que sufren y desespera.
No quiero que recuerdes lo que por ti sufrí.
No aumentes la onda pena del alma que te adora
Ni avives, ¡ay! El fuego de amor y de pasión,
Si es tu alma cual la nieve que el sol derrite o dora,
Si es duro cual la roca tu muerto corazón.
Estrújalas, mi amada, que en polvo convertidas
Las llevara en sus alas el férvido aquilón.
¡No Importa que ellas formen la tumba de dos vidas!
¡No importa que aniquiles, mujer mi corazón!.
Adiós mi perfumada y blancas mariposas;
Adiós mis ilusiones, mi amor, mi porvenir
Les mando mis suspiros, que en alas vaporosas
Irán a susurrarles lo que me ven sufrir.
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