En el café de Levante,
entre palmas y alegrías,
cantaba la Zarzamora.
Se lo pusieron de mote
porque dicen que tenía
los ojos como las moras.
Le habró primero un tratante y olé
y luego fué de un marqués.
Que la llenó de brillantes y olé
de la cabeza a los pies.
Decía la gente que si era de hielo,
que si de los hombres se andaba burlando,
hasta que una noche con rabia de celos,
a la Zarzamora pillaron llorando.
Que tiene la Zarzamora que a todas horas
llora que llora por los rincones.
Ella que siempre reía y presumía
de que partía los corazones.
Del querer hizo la prueba y un cariño conoció.
Que la trae y que la lleva por la calle del dolor.
Los flamencos del colmao
la vigilan a deshora,
porque se han empestillao
en saber del querer desgraciao
que embrujó a la Zarzamora.
Cuando sonaban las voces,
una copla de agonía
lloraba la Zarzamora.
Mas nadie daba razones
ni el intríngulis sabía
de aquella pena traidora.
Pero una noche al levante y olé
fué a buscarla una mujer.
Cuando la tuvo delante y olé
se dijeron no se qué.
De aquello que hablaron ninguno sabía
más la Zarzamora lo dijo llorando,
en una coplilla que pronto corrió
y que ya la gente la va publicando.
Que tiene la Zarzamora que a todas horas
llora que llora por los rincones.
Ella que siempre reía y presumía
de que partía los corazones.
Lleva anillo de casado, me vinieron a decir.
Pero ya le había besado y era tarde para mí.
Que publiquen mi pecao y el pesar que me devora.
Y que tos me den de lao
al saber del querer desgraciao
que embrujó a la Zarzamora.
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