El Sol salía siempre por su lado de la cama,
celoso por el roce de la almohada.
Tejía los abrazos como flores de Naranjo,
curando las heridas del pasado.
Y daba de comer al hambre que te da el querer,
se refugiaba del ayer peinando las mañanas.
Prendía con su voz a la sonrisa del error,
sin importar las veces que lo amó.
Escribo al cuerpo que envolvió lo que ahora soy
y a las cenizas de su olor.
Secaba al caminar la soledad en las miradas,
dejando que al callar brotaran las palabras.
Y era la libertad de un preso atado a la verdad,
si se despide a un paso del final.
Los besos con memoria
son las grietas de la historia,
ahora son muros que no encontrarán mi gloria.
No pudo despertar
durmiéndose en mi lagrimal,
para verter mi llanto amargo al mar.
Escribo al cuerpo que envolvió lo que ahora soy
y a las cenizas de su olor.
He buscado su recuerdo en otro ser,
y ya no encuentro más respuestas que en mi piel.
Somos el agua que besé, un golpe contra el suelo.
Seremos llanto y raíces quebrando la voz,
para velar nuestro adiós en una canción.
Añoro su danzar camino de la luna llena,
rompiendo agujas de un reloj que desespera.
Abrazará la arena la tortura de las hienas
desnudo y loco me hallarán.
Escribo al cuerpo que envolvió lo que ahora soy
y a las cenizas de su olor.
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