Quizá tomara un aguardiente
que le dejó un grito al revés,
quizá un oscuro riachuelo,
quizá la luna del ciempiés.
El cielo verde que desploma
sus ramas sobre la mitad
de su carpeta franciscana,
de su cuaderno clerical.
El mundo sueña y un tal López
saca sueños de un baúl,
se pone trajes y sombreros
que hacen juego con la luz.
Y entonces sube a un subterráneo,
se sube a un móvil ataúd
y sintoniza el periscopio,
ya no era el cielo aquel azul...
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