Profundo amor del Padre Dios,
Tan amplio inmensurable,
Que dio a su Hijo por hacer
tesoro al despreciable.
Ardiente pérdida y dolor,
Su rostro el Padre aparta,
mas hijos a la gloria trae
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la herida que le marca.
He aquí el Hombre en la cruz,
a hombros mis pecados,
y escucho con pesar mi voz
unirse a cada escarnio.
Mi culpa le retuvo allí,
la obra completando;
me imparte vida por morir,
ya todo es consumado.
De dones no me jactaré,
por fuerte ni por sabio.
De quien murió me gloriaré,
Jesús resucitado.
¿Por qué obtendré su galardón?
No puedo dar respuesta,
mas esto sé de corazón:
Jesús pagó mi deuda. (Bis)