A la hora que la luna va muriendo,
justo cuando comenzaba yo a soñar,
escuché de tu guitarra unos arpegios;
y así tuve yo un hermoso despertar.
Entreabrí la ventanita de mi rancho,
y en su sombra un lapacho te escondió,
galopaba el corazón ya desbocado;
y escuché diciendo así tu dulce voz.
Escucha mi serenata
que sólo es para tí;
yo no sé decir nada,
sólo te quiero, "cuñataí";
só lo te quie ro, te quie ro
"cuñataí".
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