Va caminando un fariseo hacia el templo
Para rezar al Dios del cielo, como es su obligación
Mientras camina piensa para sus adentros
Que es un hombre superior
Gracias, Señor, porque me has hecho tan perfecto
Pues hago ayuno, doy limosna, pago el diezmo con rigor
Soy muy correcto y cumplo todos los preceptos
Si me comparo, soy mejor
Yo no soy, Señor
Como son los otros hombres
Que injustos son
Y también estafadores, mentirosos y ladrones
Rezaba junto al fariseo un publicano
Sin atreverse a levantar los ojos por la humillación
Con gran pudor cubría el rostro con sus manos
Y así decía en su oración
Oh, mi Señor, soy pecador yo no merezco
Que me perdones pero te suplico: dame tu perdón
Quisiera ser un hombre bueno mas no puedo
Oh, mi Señor, ten compasión
El buen Dios oyó
La oración del publicano
Y se conmovió
Viéndole tan humillado
Perdonó su gran pecado
Le perdonó y olvidó todos sus delitos
Compadecido los borró, después le dio su bendición
Vertió su gracia desde el cielo y lo bendijo
y al fariseo ignoró
Porque el Señor
Alza a los que se humillan
Y da humillación
los orgullosos
Que se creen muy virtuosos
A esos no los escuchó.
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