Sábado 13 de Diciembre de 2025

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1 de mayo de 2025

LALI: ACORDES para todas las canciones de No vayas a atender cuando el demonio llama y análisis completo canción por canción

Un viaje duro, rockero y confesional en el álbum más osado de su carrera

Lali Espósito lo hizo otra vez. Pero esta vez, más allá del hit, más allá del viral, más allá de lo esperado. No vayas a atender cuando el demonio llama es su sexto disco de estudio y el más ambicioso hasta la fecha. Después de LALI (2023), que cerró una etapa de experimentación pop, este álbum es una obra que gira hacia un sonido más crudo, guitarrero, oscuro y teatral. La artista, que comenzó su carrera como actriz y rápidamente conquistó la música latina, ahora se afirma como una narradora de conceptos, de personajes, de emociones incómodas.

El álbum arranca con una presentación de show televisivo, donde una voz de locutor nos introduce en un mundo de espectáculo y luces. Pero ese brillo se va apagando. A mitad del disco reaparece ese mismo personaje con un tono más inquietante, y al final, en Fin de transmisión, se cierra el ciclo con una sensación de caída libre, de show que terminó, de alma al desnudo. En el medio, hay letras viscerales, rabiosas, sexuales, tristes y poderosas. Y sobre todo, hay guitarras. Muchas guitarras. El pop queda como textura secundaria frente al pulso del rock alternativo y la actitud de una artista que ya no quiere agradar: quiere decir lo que siente.

🎵 POPSTAR

El disco arranca como si estuviéramos viendo un late night show. Un presentador anuncia con entusiasmo a una estrella pop y la música comienza con energía explosiva. Pero lo que suena no es una celebración del pop: es una burla, un juego, una ironía. Las guitarras distorsionadas y una base que mezcla batería real con programaciones construyen un muro sonoro sobre el que Lali se presenta como una figura de cartón, una estrella vacía de sentido. Las frases que canta tienen veneno: “Soy lo que querías, aunque no te guste”. Hay referencias a la fama, al artificio, al marketing y al cuerpo como producto.

La producción es densa, teatral, casi cinematográfica, y marca un camino que se mantendrá hasta el final del disco. Esta POPSTAR no busca complacer: viene a exponer el absurdo de su propio mito. El uso de coros procesados y efectos en la voz refuerzan esa idea de máscara, de personaje. Lo interesante es que, en esa exageración, aparece también una verdad. Una mujer que se cansó de fingir. En vivo, este tema promete ser el más potente para abrir shows. Tiene actitud, crítica y escenografía en sí misma. El personaje se presenta para, lentamente, ir siendo devorado por el propio disco.


🎵 LOKURA

Rápida, ruidosa y liberadora. Este tema funciona como un desahogo, como un grito que no pide permiso. Las guitarras saturadas y una batería frenética impulsan una letra que celebra el exceso emocional, la pérdida de control, la adrenalina que muchas veces se oculta por miedo a lo que digan. Lali grita “quiero sentir todo, aunque me destruya”, y esa frase resume el espíritu del tema. No hay espacio para el cálculo. Es una canción que se impone desde la primera nota y no baja nunca.

La mezcla remite a bandas del rock alternativo de los 2000, pero con un enfoque personal. La voz suena a veces sucia, a veces afinadísima. El caos está presente también en la estructura: versos que se superponen, silencios breves que explotan, guitarras que chillan al borde del ruido blanco. Hay una tensión entre el deseo y el miedo que atraviesa toda la canción. El clip mental que genera evoca una fiesta donde todo puede pasar, donde nadie juzga. Y esa es la gran libertad que plantea este tema. Hay frenesí, pero también algo existencial: “volveme loca si no me encontrás”.


🎵 NO ME IMPORTA

Una de las canciones más coreables y, a la vez, más duras del disco. Acá no hay revancha, ni venganza. Hay algo más radical: el desapego. La letra retrata un vínculo que dejó de doler porque dejó de importar. Y ese es el golpe más fuerte. “No me importa si mentís, no me importa si fingís”, canta Lali, casi con frialdad quirúrgica. La base musical es minimalista en los versos, lo que deja que la voz tenga el protagonismo. Pero en el estribillo todo explota con una pared de guitarras y sintetizadores que arman una especie de mantra rockero.

Hay una mezcla perfecta entre actitud punk y sofisticación pop. La interpretación vocal es clave: no suena enojada, suena convencida. Y eso es aún más poderoso. Este track podría estar al lado de temas de Garbage o Florence + The Machine sin desentonar. La producción, una vez más, es impecable pero cruda. No hay autotonos exagerados, ni capas innecesarias. Cada instrumento suena donde tiene que sonar. Y el cierre instrumental, donde todo se ralentiza, deja una sensación amarga. Como cuando algo termina y ya no te duele… pero tampoco te alegra.


🎵 PLÁSTICO ft. Duki

La colaboración con Duki se convierte en una de las joyas del disco, no solo por el cruce de dos mundos, sino porque ambos artistas logran algo distinto a lo habitual. El tema arranca con un beat que parece de pista, pero rápidamente se ensucia con una línea de bajo que arrastra todo. Lali canta con una voz más hablada que melódica: parece relatar. Y lo que cuenta es incómodo. Habla de vínculos que parecen reales pero están hechos de plástico. De cuerpos que se muestran, pero no se sienten. De fiestas donde nadie conecta.

Cuando entra Duki, no rapea para brillar: se pone al servicio del concepto. Su parte es íntima, medio rota, como si fuera el otro lado del espejo. La estructura del tema no busca un estribillo pegadizo, sino un espiral donde todo se deforma. Y eso refuerza el mensaje: nada es tan perfecto como parece. Musicalmente, hay momentos que remiten al trip hop, al industrial e incluso al funk distorsionado. Una bomba sofisticada que no pide perdón por incomodar.


🎵 TU NOVIA II

El regreso de una canción ya clásica, pero desde otro lugar. Esta secuela no repite el juego burlón del primer Tu Novia, sino que toma distancia y lo convierte en una crítica más ácida. La protagonista ya no quiere seducir a “la novia” del otro: quiere exponer las miserias que esconde ese vínculo. El tono vocal es más seco, menos coqueto. Hay fastidio. El groove arranca con una línea de bajo funky, pero rápidamente entra la distorsión y las frases punzantes.

La producción es moderna pero sin exagerar: todo suena a carne viva. La letra tiene frases directas que acusan y no se esconden. Es una canción que, en vivo, probablemente genere ovaciones por su mensaje. El gesto de retomar un tema anterior y darle vuelta el sentido habla también de la madurez de Lali como compositora. Ya no se divierte con las reglas del juego: ahora las rompe. Y lo hace con ritmo, con sarcasmo y con una banda que suena afilada. Una reversión que es casi un ajuste de cuentas.

🎵 MORIR DE AMOR

La balada más dolida del disco y probablemente una de las mejores interpretaciones vocales de su carrera. Acá no hay ironía ni cinismo, solo verdad. El piano abre con melancolía y marca una estructura clásica que recuerda al rock nacional de los 90. Pero lo que la distingue es la crudeza emocional con la que Lali la canta. No sobreactúa. No dramatiza de más. Casi parece resignada. La letra describe el momento exacto en que uno se da cuenta de que el amor no alcanza. O peor: que el amor duele más de lo que cura.

En esta canción no hay redención. Solo queda el gesto de entregarse, aun sabiendo que va a doler. El estribillo es inmenso, con una línea melódica que se queda resonando mucho después. No hay efectos innecesarios en la voz, lo cual la vuelve aún más cercana. La producción deja respirar cada nota, y eso permite que el sentimiento llegue directo. La combinación de progresiones armónicas clásicas con una mezcla moderna crea un clima atemporal. Es el track que rompe defensas. El que uno canta solo, en voz baja, después de una pérdida. Lo más triste del disco. Y también lo más hermoso.


🎵 MEJOR QUE VOS ft. Miranda!

El momento más colorido y teatral del disco, sin perder profundidad. Junto a Miranda!, Lali construye una sátira sobre el ego masculino, los vínculos jerárquicos y las relaciones que solo existen para alimentar el narcisismo de uno de los dos. La base musical remite al electropop dosmilero con sintetizadores brillantes, loops pegadizos y cambios de tono inesperados que acentúan la ironía del tema. La voz de Ale Sergi entra como un personaje más, y la química con Lali es impecable.

La canción no se limita al chiste: va al hueso. Cada verso revela una escena de una relación desigual, pero disfrazada de “pareja moderna”. Lali usa el humor para exponer la condescendencia, la invalidación y la competencia disfrazada de admiración. El estribillo es uno de los más pegajosos del disco, pero esconde una bomba lírica. Este tema funciona como alivio después de Morir de amor, pero también como advertencia: el éxito no siempre es amor. Ni el brillo, cariño. Y a veces, ser “mejor que vos” no es arrogancia, es supervivencia.


🎵 NO HAY HÉROES

En un disco cargado de distorsión, gritos y pulsos eléctricos, esta canción aparece como un remanso emocional. No hay furia ni ironía: hay una melancolía serena que atraviesa todo el track. Las guitarras acústicas son protagonistas desde el primer acorde, con una progresión simple pero efectiva, que sostiene una interpretación vocal íntima, dolida, casi confesional. Lali canta como si hablara con alguien que ya no está. Pero no desde el reproche, sino desde la aceptación.

La letra reflexiona sobre la ausencia de salvadores, sobre esa idea que nos vendieron de que alguien va a venir a rescatarnos. “No hay héroes”, repite con voz suave, sin dramatismo, con una especie de resignación luminosa. Esa frase, dicha en este contexto acústico, no suena a derrota, sino a despertar. La producción es sutil: no hay adornos, no hay loops ni efectos artificiales. Todo suena cercano, humano, real.

Es una de las canciones más vulnerables del disco, y también una de las más esperanzadoras, paradójicamente. Porque lo que plantea es que, en la ausencia de héroes, puede aparecer el amor propio, el cuidado mutuo, la comunidad. El arreglo de cuerdas que aparece al final le da una dimensión cinematográfica al cierre. Una joya oculta en medio del caos. El corazón verdadero del álbum.


🎵 SENSACIONAL ÉXITO

La segunda intervención del “presentador” marca un nuevo momento del disco. Ahora la voz ya no suena graciosa ni brillante. Suena vacía. Forzada. Como un conductor de programa de chimentos que sigue con su rutina mientras todo se desmorona. Este tema no es una canción en el sentido tradicional, sino una escena. Una pieza conceptual que refuerza la narrativa. El beat es seco, marcial, casi una marcha fúnebre del espectáculo. La voz de Lali entra como un eco, como si estuviera atrapada dentro del televisor.

Se siente la sátira al sistema de medios, a los programas que hacen del dolor un show, a la cultura del rating. Pero también se siente el agotamiento. La artista no se ríe: se agota. Este momento del disco es clave. Marca el comienzo del final. De la caída libre. Después de esto, ya no hay más personajes. Ya no hay más luces. Lo que viene es el desarme total. Lo interesante es que este “éxito” no tiene nada de sensacional. Y eso lo hace brillante.


🎵 SEXY

Después del colapso mediático, llega el cuerpo. SEXY no es una canción hot como las del pop habitual. Es más bien una reflexión en forma de groove. El bajo manda. Todo es sensual, pero no explícito. El deseo está en la atmósfera, no en la frase fácil. Lali canta desde un lugar de poder, pero también de pregunta. “¿Qué ves cuando me ves sexy?” Esa es la gran duda. ¿Quién define la sensualidad? ¿El deseo propio o la mirada ajena?

La producción mezcla elementos de funk, disco y R&B con toques modernos. Los coros son delicados, casi suspiros, y las guitarras limpias se meten como caricias. La canción no explota nunca: se mantiene en tensión. Y eso la vuelve irresistible. El videoclip todavía no se conoce, pero si lo hicieran, bastaría con una toma: Lali sola, en una habitación, mirándose al espejo. Porque esta canción no le canta al otro. Se canta a sí misma. Se descubre. Se desea. Y se redime.


🎵 FANÁTICO

Incómoda, brillante, única. Esta es la canción más perturbadora del disco. Y eso la hace fundamental. Lali se pone en la piel de una figura acechada por la obsesión, el acoso, la proyección. El fanático es alguien que ama tanto que no ve. Que consume sin entender. Que invade sin saber. El tema está construido sobre una base minimalista: bajo seco, baterías electrónicas austeras y una voz sin efectos. Todo es limpio, crudo, y eso genera tensión.

La letra parece una carta. O peor: un mensaje privado. El “te veo, te sigo, te siento” suena más como amenaza que como elogio. Lali se corre de la victimización y construye una atmósfera donde la idolatría se vuelve violencia. El track es incómodo a propósito. Es brillante porque no busca empatía: busca mostrar lo que pasa. Lo que pasa cuando la figura pública deja de ser humana para volverse objeto. Es, quizás, el reverso de Popstar. Acá ya no hay show. Hay miedo.


🎵 PERDEDOR

El momento más grunge del álbum. Guitarras pesadas, tempo lento, voz rasgada. Una canción sobre la derrota. Pero no como fracaso, sino como aceptación. “Ya no quiero ganar”, canta Lali, y eso es en sí mismo una victoria. Dejar de competir. Dejar de fingir que todo está bien. Dejar de sonreír para la foto. El tema va en contra del discurso motivacional clásico. No dice “vos podés”. Dice “no quiero más”. Y eso, a veces, es el acto más valiente.

La estructura recuerda a Nirvana o Hole: estrofa contenida, estribillo rugido. Pero la melodía no es anglosajona: tiene ADN argentino. Tiene algo de Fito en su oscuridad, algo de Charly en su honestidad. La producción no embellece nada. Deja que todo suene como es. El final de la canción es un fade out lento, como si la banda se fuera yendo del escenario. Como si la protagonista se apagara. Este tema resume el disco. No hay redención. Solo hay caída. Y en esa caída, libertad.


🎵 33 ft. Dillom

La colaboración más inesperada y una de las más acertadas. Dillom y Lali logran una fusión perfecta entre sus mundos. El número 33, edad simbólica, espiritual, casi mística, es el centro de una canción que habla de agotamiento, de hartazgo, de vértigo existencial. La voz de Dillom entra como una alucinación. Está fuera de tono, casi desafinado, pero es perfecto así. Su presencia aporta oscuridad, calle, y un tipo de tristeza que Lali retoma con precisión quirúrgica.

La base es densa, con pads oscuros y un beat roto. No hay estribillo claro. Todo avanza como una narración fragmentada. Cada verso es una confesión. Cada cambio de ritmo, una caída libre. La química entre ambos es total. No se pisan, se potencian. Este tema es un manifiesto generacional: “tengo 33 y no quiero más”. En un mundo donde todo obliga a ser productivo, ellos eligen decir basta. Y lo hacen con arte.


🎵 PENDEJA

Un grito. Una provocación. Una burla. Pero también una forma de empoderamiento. Esta canción recupera la actitud punk del comienzo del disco, pero con más conciencia. La palabra “pendeja” ya no es un insulto. Es un estandarte. Lali la toma, la hace suya, y se la grita en la cara a todo el que alguna vez la subestimó. El riff principal es simple, directo, sucio. La batería parece grabada en vivo. Todo suena a banda.

La letra es un catálogo de todo lo que se le dice a una mujer joven y libre. Y la respuesta es simple: “sí, soy eso. ¿Y qué?”. El tema tiene un ritmo vertiginoso y una duración corta. No necesita más. En vivo va a ser pogo asegurado. Pero más allá del grito, hay reflexión. Hay dolor. Hay historia. Hay una mujer que, después de todo, eligió seguir siendo “pendeja” antes que obediente. Y eso la vuelve peligrosa.


🎵 FIN DE TRANSMISIÓN

El final perfecto. O el colapso total. La voz del presentador regresa, pero ya no puede sostener el show. Todo se cae. Todo suena mal. Los acordes están desafinados. La mezcla está sucia. Y Lali canta con una voz fantasmagórica, como si ya no estuviera. La canción no tiene estructura. Es un fade out largo de un programa que nunca existió. O que fue un delirio. O que era real y se volvió pesadilla.

Este cierre es simbólico. No hay redención. No hay moraleja. Solo queda el silencio. Y eso es lo más honesto que se puede hacer cuando todo duele. Cuando todo se mostró. Cuando ya no hay más máscaras. Es el final de la transmisión, sí. Pero también el inicio de algo nuevo. Porque una vez que te desarmaste, ya no pueden decirte quién sos.

🎬 Conclusión

No vayas a atender cuando el demonio llama es más que un disco: es una experiencia narrativa, conceptual, emocional y sonora. Es el punto más alto en la carrera de Lali hasta ahora. Un álbum valiente, potente, incómodo, que no busca gustar sino decir. Un disco que se atreve a mostrar a la artista rota, furiosa, libre, hermosa en su propia caída. No hay hits obvios, pero hay canciones que van a quedar para siempre. Como cicatrices. Como verdades.

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Por Eleo Mena.

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