Soledad, Soledad, ay mi Soledad, Soledad...
Fue una noche sin estrellas, cuando al irte nos dejaste
tanta pena y tanto mal,
Soledad, en el pueblo en que naciste, desde entonces sólo existe
un silencio conventual;
Soledad, los arroyos están secos, en las noches hay mil ecos
que te llaman sin cesar,
Soledad, vuelve ya, a quitar con tus canciones para siempre
los crespones, que entristecen tu solar.
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