Se llamaba Gustavo y lloraba tanto
cuando yo salía del supermercado
Pues le habían robado unos simples diez pesos
que llevaba a su casa para almorzar.
El tenía diez años, su papá lo esperaba
con aquel producto de vender los diarios,
muy flaquito y con frío, la campera amarilla
y el rostro mojado de llorar y llorar.
No sé dónde andará, la mañana era fría
y la llovizna caía sobre su soledad
Su pequeña agonía a mí me estremecía de tan solo escuchar
De su vida sombría que no tiene alegría que no puede jugar.
No se donde andará yo le di otros diez pesos
quise darle unos besos y le pude explicar
que hay un Dios de cariño que no quiere que un niño tenga que trabajar,
y pensando en su ejemplo me metí yo en el templo y me puse a llorar.
(Siguen los mismos acordes en las siguientes estrofas)
Se llamaba Gustavo su tristeza niña
su mirar de frio me quedó grabado
Quien le habría robado más le valiera atarse una piedra en el cuello
y arrojarse en el mar.
Quién tuviera el dinero y el amor suficiente
que no sea indiferente a la infancia indigente,
quien hoy es inocente, por presión de la gente
mañana en delincuente se puede transformar.
No sé dónde andará, la ciudad sigue fría
y la misma apatía rige la sociedad
No es el hambre de un día sino la rebeldía que después va a estallar
contra aquel que tenía pero aun más quería y jamás quiso dar.
No sé dónde andará no es mi filosofía
una apología de la mendicidad
Es más bien un llamado a sentirte tocado por la necesidad
Si sabés que a tu lado pasan tantos Gustavos que no deben llorar.
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