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15 de abril de 2025
De ídolo a leyenda cultural: Pedro Infante sigue volando alto en el corazón de México

Murió en un avión, pero sigue volando en canciones, películas, tatuajes, imitaciones y recuerdos de familia. En el aniversario de su partida, te contamos 10 historias que explican por qué Pedro Infante no fue un artista más: fue —y sigue siendo— un símbolo nacional.
El 15 de abril de 1957, Pedro Infante murió en un accidente aéreo en Mérida, Yucatán. Era piloto, actor, cantante, carpintero, mecánico… y sobre todo, el hombre más querido de México.
Tenía 39 años. Había filmado más de 60 películas, grabado más de 300 canciones y se había convertido en el rostro y la voz del pueblo, con una naturalidad tan avasallante como humilde.
A más de seis décadas de su muerte, sigue presente como pocos artistas lo logran: en las mesas donde se brindan por el amor perdido, en los karaokes de barrio, en los memes que lo cruzan con Messi o Bad Bunny. Pedro Infante es el fantasma alegre de Latinoamérica.
Estas 10 curiosidades te van a recordar por qué nunca se fue.
1. Murió en el aire… como amaba vivir
Pedro no solo era piloto de corazón: volar era su pasión más privada y peligrosa. El día de su muerte, manejaba un avión de carga que él mismo había reparado. No era un capricho de millonario: era una forma de sentir libertad.
Su cuerpo fue encontrado entre los restos calcinados del avión en Mérida. Pero el mito comenzó al minuto siguiente: algunos decían que no murió, que escapó, que fingió su muerte para vivir en paz. Como si el país entero se negara a dejarlo ir.
2. No sabía leer partituras, pero grabó más de 300 canciones
Pedro Infante no era músico académico. Aprendió de oído, a prueba y error, y grababa guiándose por su instinto melódico y su oído privilegiado. Aun así, interpretó boleros, rancheras, valses, corridos, huapangos y hasta tangos.
Su voz no era perfecta, pero tenía algo mejor: verdad. Cada frase que cantaba parecía salida de su alma, no de un estudio. Esa honestidad vocal es lo que todavía emociona cuando suena Cien años o Amorcito corazón.
3. Hacía sus propias acrobacias y no usaba dobles en sus películas
Pedro Infante era actor de cuerpo completo. Si una escena requería trepar un árbol, montar un toro o pelear cuerpo a cuerpo, él lo hacía sin pedir ayuda. En Tizoc aparece compartiendo escena con un jaguar real. En A toda máquina, maneja motocicletas a toda velocidad.
Esa entrega total al personaje no era actuación: era compromiso. Quería representar al hombre de pueblo con toda la verdad posible, sin artificios.
4. Era carpintero, mecánico y reparaba lo que se rompiera en el set
No lo hacía por hobby ni para la cámara: Pedro era un trabajador manual de corazón. Amaba construir muebles, arreglar radios, reparar autos. Muchas veces, entre escena y escena, ayudaba a los técnicos del set con herramientas en mano.
La casa de su madre, en Guamúchil, tiene muebles que él hizo con sus propias manos. Era famoso por llevar siempre su caja de herramientas a las giras, como si necesitara mantener el equilibrio entre estrella y obrero.
5. Su relación con Jorge Negrete fue más cercana de lo que muchos creen
Durante años se habló de rivalidad entre Pedro Infante y Jorge Negrete, los dos grandes ídolos de la época dorada del cine mexicano. Pero la realidad fue otra: se admiraban, se respetaban y compartieron una profunda amistad en sus últimos años.
Incluso filmaron juntos Dos tipos de cuidado, una película que mostraba esa química en pantalla y que, con el tiempo, se volvió una obra de culto. La pelea era del público, no de ellos.
6. Ganó el Oso de Plata en Berlín… y ni se enteró
En 1957, Pedro ganó el Oso de Plata al Mejor Actor en el Festival de Cine de Berlín por Tizoc, junto a María Félix. Fue un reconocimiento internacional a su talento dramático.
Lo más insólito: murió antes de saber que lo había ganado. La noticia llegó después del accidente. Nunca disfrutó el reconocimiento mundial, pero el premio confirmó lo que millones ya sabían: era un actor gigante, no solo un galán popular.
7. Tenía un fanatismo casi infantil por los deportes y la velocidad
Era fan del box, del béisbol, del automovilismo. Corría en motocicletas por gusto, no por fama. Amaba los desafíos físicos y decía que “si uno no se acelera de vez en cuando, se oxida”.
Era inquieto, ansioso, activo. Su vida era puro vértigo. Y tal vez por eso el cielo terminó atrapándolo antes de tiempo.
8. Su funeral paralizó al país entero
El 16 de abril de 1957, una multitud se volcó a las calles de Ciudad de México para despedirlo. El país se detuvo. Las radios solo pasaban sus canciones.
Los periódicos imprimieron ediciones especiales. Algunos negocios cerraron por duelo. Fue uno de los funerales más conmovedores de la historia latinoamericana, y todavía se recuerda como si hubiera sido ayer.
9. La gente lo sigue soñando… y saludando como si viviera
Cada 15 de abril, cientos de personas van a su tumba, le cantan, le dejan flores, guitarras y hasta comida. No hay ídolo que despierte una relación tan íntima con el pueblo como Pedro.
En redes sociales, muchos aún dicen “Feliz cumpleaños, Pedro”, o “Gracias por todo, compadre”. No lo tratan como a un muerto, sino como a un pariente ausente.
10. Su imagen sigue en alta definición… en la memoria colectiva
Aunque su cine es en blanco y negro, su presencia es más nítida que muchas estrellas actuales. La juventud lo redescubre por memes, TikToks, parodias, homenajes.
Cada vez que alguien canta “Yo no fui” en tono de broma, o alguien se viste de charro con ternura, Pedro vuelve a vivir un poquito más.
Pedro Infante: no murió, solo cambió de forma
No es nostalgia. Es permanencia.
Pedro Infante fue mucho más que el ídolo de México: fue la ternura hecha canción, la hombría sin arrogancia, el dolor hecho bolero.
Y aunque haya partido en un avión hace décadas, sigue aterrizando en cada corazón que lo escucha por primera vez.
Por Diego Rojas.
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