COLABORACIONES
20 de abril de 2025
Tres voces, un solo duelo: Carin León, Diego El Cigala y Chanela Clicka dan forma al lamento más elegante del año

En una alianza improbable pero magnética, el mexicano, el flamenco y la arquitecta sonora de la nueva escuela crean una canción que sangra con clase. Una historia de amor y negación que se convierte en bolero contemporáneo, en regional con alma rota, en tango sin patria. “Te quiero y me miento” es exactamente lo que promete: una contradicción hermosa, cantada con el corazón al borde del abismo.
Cuando las fronteras desaparecen, lo que queda es el dolor
Nadie hubiera imaginado, hace unos años, que Diego El Cigala y Carin León iban a compartir una misma canción. Menos aún que esa canción iba a tener base moderna, producción atmosférica y un aura que no pertenece a ningún país en particular. Pero eso es justamente lo que hace única a esta obra: no se ajusta a ninguna categoría, no se amolda a ningún género. Toma elementos de varios —del bolero, del flamenco, del corrido, incluso del trap más lento— y los entrelaza sin pedir permiso.
Chanela Clicka, desde las sombras pero con presencia total, es la responsable de esa alquimia. Su mano se nota en los silencios, en la mezcla, en las atmósferas que flotan detrás de las voces. Lo que logra no es solo un acompañamiento: es un entorno emocional. La canción no suena: envuelve. No empieza: aparece. No termina: se va apagando como una conversación que no se resuelve.
Tres formas de cantar lo mismo
El mayor acierto del tema es que no intenta que sus protagonistas suenen parecidos. Todo lo contrario. Cada uno canta desde su mundo. Carin arranca desde el quebranto contenido, con ese tono de quien ya se rompió y aprendió a vivir con las grietas. Diego entra como un lamento que arrastra siglos. No canta, suplica. No interpreta, se desangra. Su fraseo flamenco corta el aire. Y cuando entra, cambia la dimensión de la canción. Deja de ser una confesión íntima y se vuelve universal.
Chanela, sin tomar el centro, aparece en el momento justo. Su voz no busca brillo: busca verdad. No decora: narra. Y en ese gesto, aporta una tercera dimensión. Entre los dos hombres que se rompen, ella aparece como una figura que no grita pero dice. Que no acusa pero revela. Y así, la canción deja de ser una historia de él o de ella. Es una historia de todos. De cualquiera que alguna vez amó demasiado tarde.
Una producción que respeta el dolor
Lo más impactante de esta pieza no está en las notas altas ni en los versos más poéticos. Está en la forma en que la producción se acomoda a la emoción sin taparla. No hay percusiones estridentes. No hay adornos innecesarios. Cada instrumento suena en su momento. Y cada ausencia suena también. Porque en esta canción, el silencio habla.
Las cuerdas aparecen como punzadas. Los acordes se suspenden. Las bases electrónicas no compiten: acompañan. Todo está armado para que la voz diga. Para que el texto duela. Para que la emoción pase primero.
Hay momentos donde lo que se escucha es más respiración que música. Más grieta que arreglo. Y eso, lejos de ser una falla, es lo que la vuelve única. Es una producción que entiende que no siempre hay que llenar. Que a veces hay que dejar que lo roto suene como tal.
Una letra sin consuelo
La frase central es simple: “te quiero, y me miento”. Pero esa simpleza es la que la vuelve devastadora. No hay metáforas complejas. No hay adornos líricos. Hay una confesión. La de alguien que sabe que quiere, pero que también sabe que ese querer ya no tiene destino. Que seguir amando es, en el fondo, una forma de mentirse. Y que no puede —o no quiere— dejar de hacerlo.
Cada estrofa va desnudando esa contradicción. Cada palabra pesa más. No hay redención. No hay vuelta atrás. Solo hay una verdad insoportable. Y esa es, quizás, la mayor fuerza de la canción: no pretende curar. No ofrece respuestas. Solo muestra el dolor. Y lo hace sin filtro, pero con belleza.
Una pieza que va a quedarse
Este tema no va a liderar rankings de inmediato. No va a viralizarse en TikTok. No va a ser soundtrack de fiestas. Pero va a quedar. Porque hay canciones que se olvidan rápido, y otras que se buscan cuando duele. Esta es de las segundas.
Es una pieza que no envejece. Que puede escucharse en un bar de madrugada, en un auricular solitario, en un escenario íntimo. Porque no responde a una época: responde a una emoción. Y esas, si están bien cantadas, si están bien producidas, si están bien paridas, no pasan de moda.
La unión de estos tres artistas parece improbable. Pero cuando se escucha el resultado, todo cobra sentido. Porque a veces, cuando el dolor es común, las voces se entienden aunque hablen distinto.
Acordes para tocarla:
👉 Te quiero y me miento – Carin León, Diego El Cigala, Chanela Clicka
Por Mirella Dominguez.
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