Cuando el amor ya no es como antes

No es una canción romántica. Tampoco es una canción triste. Es algo más incómodo: una canción honesta. Y eso es bastante raro. Porque Futuros Amantes, lo nuevo de Guitarricadelafuente, no se apoya en imágenes soñadas ni en declaraciones grandilocuentes. Se apoya en vacíos, en incomodidades, en preguntas que se hacen sin esperar respuesta. Y ahí, en esa falta de certezas, es donde aparece su belleza.

Lo primero que se percibe al escucharla es un desplazamiento. La voz, casi en susurro, no llega desde un lugar de seguridad, sino desde una especie de tierra de nadie emocional. No hay héroes. No hay redención. Hay un cuerpo que camina, que duda, que se expone. La guitarra acompaña con una suavidad milimétrica, como si supiera que cualquier nota más fuerte podría romper algo.

Madrid como fondo y espejo

La canción habla de un personaje que deja atrás su pueblo y llega a la ciudad. No porque quiera escapar, sino porque no sabe quedarse. Madrid aparece como escenario, sí, pero también como metáfora. Es la ciudad que absorbe, transforma, reemplaza. Es la capital emocional de una generación que no puede permitirse detenerse a sentir, porque el reloj no espera y el algoritmo tampoco.

Hay una frase que lo atraviesa todo, aunque no esté escrita: “Ya no sabemos amar como antes”. No porque no queramos. Porque no podemos. Porque todo va demasiado rápido, y el amor —el de verdad, el que se cocina a fuego lento— necesita tiempo, contradicción, silencio. Cosas que ya casi no se usan.

La letra, esa confesión no resuelta

“Futuros Amantes” no tiene estribillos pegajosos ni frases hechas. Lo que tiene es una narrativa que se quiebra. Una sucesión de imágenes que podrían ser recuerdos o proyecciones, da igual. El yo lírico se reconoce en sus contradicciones: quiere y no quiere. Desea, pero se aleja. Teme quedarse solo, pero no soporta la idea de entregarse.

Hay líneas que resuenan como notas mentales escritas en un colectivo o en una madrugada insomne. Hay algo de Bel-Ami, de Maupassant, ahí adentro. Pero sin ambición. Más bien con desencanto. Como si el personaje entendiera que ya no se trata de escalar socialmente, sino de no perder del todo la capacidad de sentir algo real.

Lo más brutal de la letra no es lo que dice. Es lo que evita decir. Todo lo que queda en el aire, entre frases. Ese amor que no fue, ese cuerpo que no estuvo, esa piel que nunca se rozó, pero que aún así deja marca.

El sonido como territorio emocional

Guitarricadelafuente nunca necesitó adornos. Su sello está en la austeridad sonora. Y acá lo lleva al extremo. La guitarra es casi todo. La producción no invade. Hay espacio. Hay aire. Y en ese vacío, su voz se mueve como una vela encendida en un cuarto a oscuras. No ilumina mucho, pero alcanza para ver lo necesario.

No hay clímax. No hay explosión. Y eso, lejos de ser una carencia, es una decisión. Porque esta no es una canción que se impone. Es una que se cuela. Que entra por los costados y se instala. Una canción que uno empieza a tararear sin saber bien por qué, como si fuera un pensamiento propio que alguien más se animó a cantar.

ACORDES:
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Por Nico Paolino.