Como un mar que devuelve cadáveres
en ofrenda pagana a algún dios,
me uno al coro salvaje de ángeles
con la voz de la confusión.
Como el humo de ese cigarro
que el verdugo nos deja fumar,
hoy se eleva hacia el cielo mi llanto,
suave música de eternidad.
Como el ave de paso que anuncia
malas nuevas que están al caer,
aleteo entre la brisa y la furia
con la lluvia del atardecer.
Llevo siglos siendo equilibrista,
aunque quise ser domador,
sangran en mí las heridas
de zarpazos que me dio tu amor.
Como el perro que esconde su hueso,
como un preso en la isla de If,
guardo esquirlas doradas de sueños
en un viejo cuaderno gris.
Como un reo con los ojos vendados
con un arma que apunta hacia él,
corazón que late agitado,
con la lluvia del atardecer,
con la lluvia del atardecer,
con la lluvia ...
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