La noche estaba lista para darme un cachetazo
y yo tan tonto que nunca lo vi venir.
Mi mente relajada se colgaba en la pavada:
¿hará mucho calor para ir de jeans?
Puse todas mis fichas en un casillero,
le puse al whisky dos de hielo;
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estaba tan confiado y decidido,
la noche parecía pan comido.
Hacía la del pirata con un parche y mala pata,
una rubia bonita era el botín.
Estoy tan sola en casa, ay, venite a ver qué pasa,
me dijo y no dudé en decir que sí.
Comenzamos a sacarnos la ropa,
todo iba bien, bien viento en popa.
Estábamos a punto y de repente
la cama era un diván y yo un paciente.
No, no fue por la cerveza.
No fue ninguna maldición.
No fue por mí, no fue por ella.
No fue ninguno de los dos.
No sé cómo explicarlo, por qué nadie me entiende,
para mí...fueron los duendes.
Le hablé de mi pasado, mi presente, mi futuro,
del laburo, de mis novias y de mí.
Me dijo comprensiva no te preocupes mi vida
es bueno a veces no decir que sí.
Volví a mi casa otra vez a dormir solo;
sin barco, rengo y sin tesoro.
Me dije al despertar al otro día:
la vida del pirata no es la mía.
No, no fue por la cerveza
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