El nuevo álbum de Shakira, Las Mujeres Ya No Lloran, es mucho más que un disco. Es una declaración. Es una reconstrucción. Es el diario íntimo de alguien que atravesó el dolor más expuesto, lo convirtió en arte y lo liberó canción por canción. Y justo cuando parecía haberlo dicho todo con canciones como Monotonía, TQG o BZRP Music Sessions #53, aparece Última.

No es un hit pensado para el streaming. No busca el número uno ni está hecha para viralizarse. Es una confesión silenciosa. Una carta no enviada. Un suspiro convertido en música. Y, por eso mismo, es uno de los momentos más potentes del disco.

Una letra que no culpa ni suplica, solo deja ir

Última no insulta, no señala, no se victimiza. Es simplemente la voz de una mujer que acepta que el amor terminó, no porque quisiera, sino porque así fue.

El desgarro no está en el dramatismo sino en la calma. En ese tono de quien ya lloró todo lo que tenía que llorar y ahora solo puede mirar hacia adelante.

“Hoy me despido de ti sin decirte adiós”, canta Shakira, en uno de los versos más sinceros y simbólicos de toda su discografía reciente.

Hay perdón sin reconciliación. Hay amor sin retorno. Hay un duelo cerrado, pero con dignidad.

Una producción musical mínima, pero estremecedora

La canción está construida con muy pocos elementos: una base instrumental que casi no se mueve, una guitarra melódica suave, y la voz de Shakira sin adornos. Eso es todo. Y es más que suficiente.

Porque lo que importa no es la espectacularidad de la producción, sino lo que transmite: una vulnerabilidad auténtica, sin filtros, sin producción para tapar lo que duele.

Shakira canta sin gritar, pero cada frase golpea. Y en eso reside la fuerza de Última: en la sobriedad de su tristeza.

El videoclip: sutileza, simbolismo y redención

El video que acompaña la canción es tan silencioso como devastador. Shakira aparece en una casa vacía, caminando por habitaciones donde todo parece estático, como si el tiempo se hubiera detenido justo en el momento en que todo se rompió.

El uso de tonos apagados, paredes vacías, miradas perdidas y movimiento en cámara lenta genera una atmósfera de duelo íntimo. No hay terceros. No hay escándalos. Solo queda ella, y los restos de algo que fue.

Pero también hay luz. Hacia el final del video, una ventana se abre, el aire entra, y la cámara se detiene un segundo más en su rostro. No es resignación, es liberación.

Es la escena que cierra no solo una canción, sino todo un álbum donde el arte se volvió vehículo de catarsis.

"Las Mujeres Ya No Lloran": un álbum que transforma el dolor en legado

Shakira podría haberse quedado en los hits virales, en los mensajes en clave o en las indirectas. Pero eligió ir más allá. Las Mujeres Ya No Lloran es un disco conceptual que muestra todas las caras de una ruptura: el enojo, la decepción, el deseo de venganza, la ironía, el empoderamiento... y finalmente, la aceptación.

El álbum tiene una narrativa muy clara: comienza con canciones de furia, sigue con fuerza y autonomía, y termina con Última, que no solo es el cierre sonoro, sino el cierre emocional.

Y así, lo que comenzó como una guerra mediática terminó convertido en un manifiesto emocional.

Una artista en otra etapa

Con este lanzamiento, queda claro que Shakira ya no canta para el aplauso fácil ni para seguir el ritmo del mercado. Está en otra etapa. Más honesta. Más cruda. Más real.

Última no va a llenar estadios ni sonar en todas las fiestas. Pero sí va a quedarse en el corazón de quienes alguna vez amaron, perdieron y aprendieron a soltar.

Es el tipo de canción que no se olvida, porque no está hecha para impresionar, sino para acompañar.

Toca "Última" con los acordes oficiales

Si querés interpretar esta canción tan íntima, podés encontrar los acordes en el siguiente enlace:

🔗 Acordes de "Última" – Shakira

Con esta entrega, Shakira no solo cierra un capítulo. Lo convierte en arte. Y al hacerlo, le da voz a miles de personas que también necesitaban decir "basta" sin gritarlo.

Una canción silenciosa. Un final digno. Una artista que sigue escribiendo su historia desde el centro de su verdad.

Por Jorgelina Díaz.