La Filarmónica Cósmica

La Filarmónica Cósmica

Bio

Siguiendo una vieja tradición, el primer disco lleva el nombre del grupo. Armada alrededor de las poderosas canciones de Martín Reznik o El Gnomo, como le gusta que lo llamen, esta orquesta de música popular con actitud rocker entrega un primer trabajo muy sólido, llamativo y prometedor. Como siempre, desde el Club los invitamos a conocer algo nuevo, antes.

Este disco es un muy interesante cruce de lenguajes y de influencias, con características propias del artesanado en que se ha transformado la producción de discos en esta década y con una materia prima fantástica: las inspiradas melodías y letras del Gnomo. Estos tres elementos son inseparables de cualquier intento de comprender la originalidad de La Filarmónica Cósmica, por lo menos en su formato disco. Vamos a desarrollar aquí brevemente estas ideas.

Se trata de un sexteto, con muchos invitados (músicos amigos de diferentes estilos), de sonido principalmente acústico que amalgama, con un concepto de música de cámara y actitud rockera, canciones desestructuradas de buen desarrollo compositivo. Hay algo de jam band con reminiscencias evidentes a la euforia folk de fines de los 60; con algo de aroma Beatle en el tema que abre el disco, El puente. La voz de Reznik recuerda por momentos a Palo Pandolfo, esto se acentúa en Don Bosco, que tiene mucho de Los Visitantes, (pero no por la voz quebrada, es en parte algo del timbre y de la dicción lo que nos recuerda a Palo). Luego, en otras canciones su canto tiene algo de color a Edgardo Cardozo y al Charly García de Serú Girán. Si fuera un disco del indie rock, sería curioso que las influencias sean tan diversas y contradictorias por momentos, pero esta formación goza de amplitud de sentidos. Porque hay cierto espíritu de banda improvisando, con canciones que remiten (como dicen ellos en la entrevista) al uruguayo Eduardo Mateo -la poética Una luna-, y a su vez también otras que bien pueden entrar en las radios más comerciales como Palomas o Dame un beso, que son bellas piezas pop. Esta última es una maravilla de síntesis y tiene eso que hace que digamos que una canción es perfecta. Es un reggae leve, con algo de Ob la di, ob la da y esa guitarra que remite tanto a George Harrison, más una frase memorable: “Todo el mundo sabe dar un beso”.

Además, la manera en la que están trabajados los arreglos, la grabación, la mezcla y el mastering aleja por completo del pop comercial a La Filarmónica Cósmica. Hay una muy fina tarea de orquestación (notables los arreglos de los vientos y las voces a lo largo de todas las canciones), una economía de recursos admirable y una fidelidad en el acabado del disco, que es el masterizado, que le da una coherente redondez y sonido a la obra. Y posiblemente, nada de esto hubiera sido posible si no se tratara de un disco independiente. Da miedo pensar lo que otros productores de renombre hubieran hecho con tan atractivas melodías.

He aquí el tercer punto que decíamos, y es la materia prima: melodías que se adhieren a nuestra memoria a la primera escucha, de manera violenta. Letras justas, muchas veces subordinadas o fundidas a las líneas melódicas. Armonías originales, con momentos de choques y yuxtaposiciones como en Alto el fuego, inspirada canción que resume como pocas de este disco estas tres cualidades. Es un disco elaborado en estudio, pero con momentos de improvisación muy libres e inmediato enganche con quien lo escucha. Lleno de momentos y canciones memorables, con aires de psicodelia de los ’60 y técnica actual, escuchar La Filarmónica Cósmica hace bien, y por eso recomendamos hacerlo a partir del mes que viene y muchas veces más.

Discografía